martes, 29 de enero de 2008
lunes, 28 de enero de 2008
rauschenberg
Bueno, por acá me encontré azarosamente con este par de imágenes del genial Robert Rauschenberg, el cuál genera relaciones a partir de distintos clásicos. Un poco volviendo a mi motivación de la entrega del 27.11 posteo éstas imágenes. Un clásico, es un clásico por su belleza? por su armonía compositiva?, por la relación de lo que generaba el artista en un momento "x" de la historia?. Pero que más? hasta dónde podemos ver esa belleza clásica?, qué pasa cuándo se convierten en esa especie de cadáver exquisito, que a pesar de haber sido generado por la misma persona busca distintos alcances dentro de sí mismo (texturas, sensaciones). A pesar de que algo los unifique, se diferencian entre sí cómo una persona, que no tiene una sola cara una sola postura antes las cosas, que evoluciona, se crece a veces, se siente pequeña ante situaciones, a veces bella, a veces extraña a su propio ser.
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Bueno le estado dando a esto y un poco por aquí va. Me interesa utilizar cómo parte de la entrega el collage con el plástico y las casitas y la tetera-la cuál continué interviniendo porque se sentía un poco fuera del collage- (de la entrega del 27 de noviembre). Esta es la primera pieza que tengo medianamente lista falta todavía coserla y ensamblarla toda. Voy a seguir trabajando con las otras partes y bueno espero poder montar hoy en la noche... Sino me da chance igual asistiré a la clase de mañana para poder conversar mejor...
jueves, 24 de enero de 2008
El Retrato Oval
El castillo al cual mi criado se había atrevido a entrar por la fuerza antes de permitir que, gravemente herido como estaba, pasara yo la noche al aire libre, era una de esas construcciones en las que se mezclan la lobreguez y la grandeza, y que durante largo tiempo se han alzado cejijuntas en los Apeninos, tan ciertas en la realidad como en la imaginación de Mrs. Radcliffe. Según toda apariencia, el castillo había sido recién abandonado, aunque temporariamente. Nos instalamos en uno de los aposentos más pequeños y menos suntuosos. Hallábase en una apartada torre del edificio; sus decoraciones eran ricas, pero ajadas y viejas. Colgaban tapices de las paredes, que engalanaban cantidad y variedad de trofeos heráldicos, así como un número insólitamente grande de vivaces pinturas modernas en marcos con arabescos de oro. Aquellas pinturas, no solamente emplazadas a lo largo de las paredes sino en diversos nichos que la extraña arquitectura del castillo exigía, despertaron profundamente mi interés, quizá a causa de mi incipiente delirio; ordené, por tanto, a Pedro que cerrara las pesadas persianas del aposento -pues era ya de noche-, que encendiera las bujías de un alto candelabro situado a la cabecera de mi lecho y descorriera de par en par las orladas cortinas de terciopelo negro que envolvían la cama. Al hacerlo así deseaba entregarme, si no al sueño, por lo menos a la alternada contemplación de las pinturas y al examen de un pequeño volumen que habíamos encontrado sobre la almohada y que contenía la descripción y la crítica de aquellas.
Mucho, mucho leí... e intensa, intensamente miré. Rápidas y brillantes volaron las horas, hasta llegar la profunda medianoche. La posición del candelabro me molestaba, pero, para no incomodar a mi amodorrado sirviente, alargué con dificultad la mano y lo coloqué de manera que su luz cayera directamente sobre el libro.
El cambio, empero, produjo un efecto por completo inesperado. Los rayos de las numerosas bujías (pues eran muchas) cayeron en un nicho del aposento que una de las columnas del lecho había mantenido hasta ese momento en la más profunda sombra. Pude ver así, vívidamente, una pintura que me había pasado inadvertida. Era el retrato de una joven que empezaba ya a ser mujer. Miré presurosamente su retrato, y cerré los ojos. Al principio no alcancé a comprender por qué lo había hecho. Pero mientras mis párpados continuaban cerrados, cruzó por mi mente la razón de mi conducta. Era un movimiento impulsivo a fin de ganar tiempo para pensar, para asegurarme de que mi visión no me había engañado, para calmar y someter mi fantasía antes de otra contemplación más serena y más segura. Instantes después volví a mirar fijamente la pintura.
Ya no podía ni quería dudar de que estaba viendo bien, puesto que el primer destello de las bujías sobre aquella tela había disipado la soñolienta modorra que pesaba sobre mis sentidos, devolviéndome al punto a la vigilia.
Como ya he dicho, el retrato representaba a una mujer joven. Sólo abarcaba la cabeza y los hombros, pintados de la manera que técnicamente se denomina vignette, y que se parece mucho al estilo de las cabezas favoritas de Sulli. Los brazos, el seno y hasta los extremos del radiante cabello se mezclaban imperceptiblemente en la vaga pero profunda sombra que formaba el fondo del retrato. El marco era oval, ricamente dorado y afiligranado en estilo morisco. Como objeto de arte, nada podía ser más admirable que aquella pintura. Pero lo que me había emocionado de manera tan súbita y vehemente no era la ejecución de la obra, ni la inmortal belleza del retrato. Menos aún cabía pensar que mi fantasía, arrancada de mi semisueño, hubiera confundido aquella cabeza con la de una persona viviente. Inmediatamente vi que las peculiaridades del diseño, de la vignette y del marco tenía que haber repelido semejante idea, impidiendo incluso que persistiera un sólo instante. Pensando intensamente en todo eso, quedéme tal vez una hora, a medias sentado, a medias reclinado, con los ojos fijos en el retrato. Por fin, satisfecho del verdadero secreto de su efecto, me dejé caer hacia atrás en el lecho. Había descubierto que el hechizo del cuadro residía en una absoluta posibilidad de vida en su expresión que, sobresaltándome al comienzo, terminó por confundirme, someterme y aterrarme. Con profundo y reverendo respeto, volví a colocar el candelabro en su posición anterior. Alejada así de mi vista la causa de mi honda agitación busqué vivamente el volumen que se ocupaba de las pinturas y su historia. Abriéndolo en el número que se designaba al retrato oval, leí en él las vagas y extrañas palabras que siguen:
"Era una virgen de singular hermosura, y tan encantadora como alegre. Aciaga la hora en que vio y amó y desposó al pintor. El, apasionado, estudioso, austero, tenía ya una prometida en el arte; ella, una virgen de sin igual hermosura y tan encantadora como alegre, toda luz y sonrisas, y traviesa como un cervatillo; amándolo y mimándolo, y odiando tan sólo al arte, que era su rival; temiendo tan sólo la paleta, los pinceles y los restantes enojosos instrumentos que la privaban de la contemplación de su amante. Así, para la dama, cosa terrible fue oir hablar al pintor de su deseo de retratarla. Pero era humilde y obediente, y durante muchas semanas posó dócilmente en el oscuro y elevado aposento de la torre, donde sólo desde lo alto caía la luz sobre la pálida tela. Mas él, el pintor, gloriábase de su trabajo, que avanzaba hora a hora y día a día. Y era un hombre apasionado, violento y taciturno, que se perdía en sus ensueños; tanto, que no quería ver cómo esa luz que entraba lívida, en la torre solitaria, marchitaba la salud y la vivacidad de su esposa, que se consumía a la vista de todos, salvo de la suya. Mas ella seguía sonriendo, sin exhalar queja alguna, pues veía que el pintor, cuya nombradía era alta, trabajaba con un placer fervoroso y ardiente, bregando noche y día para pintar aquella que tanto le amaba y que, sin embargo, seguía cada más desanimada y débil. Y, en verdad, algunos que contemplaban el retrato hablaban en voz baja de su parecido como de una asombrosa maravilla, y una prueba tanto de la excelencia del artista como de su profundo amor por aquella a quien representaba de manera tan insuperable. Pero, a la larga, a medida que el trabajo se acercaba a su conclusión, nadie fue admitido ya en la torre, pues el pintor habíase exaltado en el ardor de su trabajo y apenas si apartaba los ojos de la tela, incluso para mirar el rostro de su esposa. Y no quería ver que los tintes que aparecían en la tela eran extraídos de las mejillas de aquella mujer sentada a su lado. Y cuando pasaron muchas semanas y poco quedaba por hacer, salvo una pincelada en la boca y un matiz en los ojos, el espíritu de la dama osciló, vacilante como la llama en el tubo de la lámpara. Y entonces la pincelada fue puesta y aplicado el matiz, y durante un momento el pintor quedó en transe frente a la obra cumplida. Pero, cuando estaba mirándola, púsose pálido y tembló mientras gritaba: "¡Ciertamente, ésta es la vida misma!”, y volvióse de improviso para mirar a su amada... ¡Estaba muerta!"
Edgar Allan Poe
miércoles, 23 de enero de 2008
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Conseguí esto en mi investigación para la tesis, y me recordó a la clase de codificación y bueno me llamó mucho la atención la gran manera que existe de codificar, un poco como con la mano salieron mil resultados cómo con el tema del cielo su infinidad e identificación de astros, y objetos espaciales salieron otros miles y miles de más...
martes, 22 de enero de 2008
miércoles, 16 de enero de 2008
objetos
Encajes y parches (me parecerían finos los de los animalitos todos pavosos, esos no los he comprado aún) para partes de la ropa
Pensé también en poner elementos tipo juguetes en las manos etc, cómo para que estén más en una situación. O en generar arquetipos de mujeres de diversas épocas, pero en contraste con la imagen genere confusión, por ejemplo con el pito, la pluma, el dedal, las cartas, el ojo que sería para ponerle un tercer ojo a alguna... Y bueno los demás objetos para acompañar esas situaciones, podría ser la mezcla entre esa mujer renacentista/barroca, de la élite, y una mujer cualquiera de hoy por ejemplo, o una mujer de los años 20, reprimida etc. Estoy pensando que para esto si sería bueno hacer 5 piezas, para que se entienda mejor, pero bueno tengo que ver cuánto tiempo me toma armar una, igual voy mostrándoles por aquí para que vean el proceso.
lunes, 14 de enero de 2008
sobre la clase anterior
La semana pasada, trabajamos en base a nuestra mano, y las diversas relaciones con esta imagen. Luego comenzamos a codificarla, sinceramente mi código fue un poco arbitrario, y por ahora más que ocurrírseme relaciones con los números y las letras que respondían al código, se me ocurren más bien relaciones cromáticas y tipográficas con mi trabajo. Estoy incluyendo ciertos elementos nuevos, vamos a ver qué tal funciona. Las tres imágenes que escogí a continuación, me llama la atención el trabajo de línea, el cromático en un caso, y la variedad en la imagen